La Semana Santa debe ser un tiempo de reflexión para nosotros, al igual que otras fechas importantes se ha comercializado y se ha vuelto un tiempo de disfrutar del verano, muchos lo ven como vacaciones y aunque no tengo nada en contra de estos días de descanso también sé que debemos tomar tiempo para reflexionar en lo que se conmemora en estos días.
Hoy quiero situarte en unas horas antes de la crucifixión de Jesús, la historia que estoy a punto de compartirte está relatada en tres de los evangelios, en todos ellos nos da unos pocos detalles de ella, pero importantes detalles.
Es la historia de un hombre revolucionario según Marcos, si nos situamos en la historia los hombres revolucionarios de aquel tiempo deseaban destituir al imperio romano y establecer el reino del Mesías esperado, este hombre revolucionario al igual que los otros judíos esperaba que apareciera un Mesías en un caballo blanco, armado hasta los dientes, con un ejército incontable para derrocarlos, seguramente muchas veces había escuchado hablar de Jesús, pero jamás le reconoció como el Mesías esperado.
En uno de sus alzamientos Barrabás, a quien imagino ya habías visualizado, mató a un hombre y por ello fue perseguido y apresado. La Biblia no relata quien fue el asesinado, ni si era judío o romano, pero de lo que si estamos seguros es que Barrabás estaba condenado a pena de muerte por tan atroz hecho, no había esperanza para él.
Aunque no sabemos cuándo sería su ejecución, era inminente y el día se acercaba, no había esperanzas para él (puedes leer más sobre él en Mateo 27:15-24, Marcos 15:6-15 o Lucas 23:13-25). No me puedo imaginar estar en una celda, sola o acompañada, custodiada o no, pensando que se acerca la hora en que me van a ejecutar por las cosas que he hecho, por las malas decisiones que he tomado, porque me he equivocado en grande, de seguro intentaría contar los días y las horas en mi desesperación y no poder hablar con mis seres queridos sería el acabose.
Pero, hay una luz de esperanza, todos los años uno de los presos era liberado en la pascua, Pilato desea poner a Jesús en libertad, sin embargo, la multitud desea que sea Barrabás quien sea liberado. Por última vez Pilato intenta liberar a Jesús, pero los líderes religiosos se entrometen en su camino: “Si pones a este hombre en libertad, no eres amigo del César” (Juan 19.12). Tienen a Pilato justo donde querían: en una esquina, no puede argumentar.
Y allí lo tenemos. Jesús, el único hombre perfectamente inocente que puede conceder vida a los supremos culpables es sentenciado a muerte. No por decisión de Pilato, ni por los líderes religiosos y menos por las multitudes frenéticas. Más bien por la autoridad propia de Jesús que ha decidido dar su vida por ti y por mí. Siempre fue su decisión; esto siempre fue la voluntad de Dios.
Y es aquí donde vuelvo a pensar en Barrabás, te imaginas su sorpresa al saber que Jesús, aquel que quizá alguna vez rechazó, sin oponerse decidió cambiar de lugar con él, sin importar que había matado a un hombre, sin importar que haya sido un rebelde, sin importar que haya sido un revolucionario, simplemente tomó su lugar. Y entonces pienso en mí, debí ser yo quien estuviera colgada en esa cruz, la criminal era yo y Él decidió tomar mi lugar.
La buena noticia es que también tomó el tuyo, cargó en esa cruz con tus pecados, tus rebeliones, tus malas decisiones. ¿Lo has aceptado? Si tu respuesta es no, hoy es un momento perfecto para que lo dejes entrar en tu corazón, porque murió para darte una vida nueva.
Cirujana Dentista
JULIETA DE ESCOBAR