Afán es una palabra corta de cuatro letras, pero que hoy día ha tomado gran significancia en cuanto a su contenido, ya que al hablar del mismo, rápidamente viene a la mente cualquier cantidad de asuntos pendientes y situaciones que nos rodean, ya que atender el afán es trabajar hacia el deseo intenso que mueve a hacer una cosa.
¿Sabías que precisamente el afán se ha convertido en los últimos tiempos en un elemento que integra la vida de las personas y que va aparejado a la ansiedad? El afán y la ansiedad simplemente suelen ir de la mano, puesto que, por un lado, el afán es querer hacer algo con intensidad y por el otro, ansiedad es tener inquietud o temor.
Hoy día es fácil identificar que se está atravesando por estas circunstancias, debido a que además de ser elementos que como ya se dijo, se han integrado a la vida de las personas a nivel conductual, provocando patologías como ataques de pánico, depresión, trastorno límite de la personalidad, entre otros, también el cuerpo físicamente los padece, y por ello se derivan distintas enfermedades tales como presión alta, frecuencia cardiaca elevada, dolores de cabeza y sudoraciones intensas.
Para el tratamiento de tales conductas y/o enfermedades, existen terapias psicológicas y tratamientos médicos que coadyuvan a que las personas puedan sentir “mejorías” respecto de sus padecimientos. Pero como cristianas, ¿qué debemos entender respecto del manejo del afán y la ansiedad?
Por un lado, no debes olvidar que como hija de Dios no dependes de tus propias fuerzas, ni siquiera dependes de las situaciones o elementos externos que se te presenten. Precisamente por ser el afán y la ansiedad padecimientos que erróneamente se han normalizado en los últimos años, debes entender que la clave sigue siendo la misma, es decir, aferrarse a la palabra de Dios para superar cualquier situación que se te presente.
El Salmo 55:22 NVI dice “Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá; no permitirá que el justo caiga y quede abatido para siempre”. En la vida se pueden presentar muchos retos, pero también es necesario recordar lo que indica Filipenses 4:6-7 NVI: “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.”
Sé que es fácil leerlo y decirlo, pero allí se encuentra el reto, en hacerlo real en cada una de nuestras vidas y además dejarnos guiar de lo que Dios quiere para cada corazón y cada vida. Por supuesto, siempre acompañadas de nuestras redes de apoyo, tanto familiares como de amistad, ya que como mujeres de bien ahora más que nunca tenemos la misión de ser ejemplo dentro de la sociedad en donde estamos, a manera de guiar día a día con el ejemplo y en el caso de una cristiana, evidenciar un testimonio de confianza, madurez, equilibrio y amor tanto hacia nosotras mismas como al prójimo.
Así que, con valentía sin ver atrás ni adelante, confía plenamente en que tienes un propósito que cumplir frente a Dios y tu comunidad. Si el afán ha hecho presa de ti, debes tener presente 3 reglas de conducta: 1. No debes preocuparte, pues eso no permite ver con claridad lo que sucede: cálmate y clama a Dios, Él te ayudará. 2. No debes permitir que el afán y la ansiedad invadan tu vida: siendo intencional, elimínalos de tu vida invocando la palabra de Dios. 3. No saques a Dios de tu día a día: el mismo afán y ansiedad te impulsan a querer actuar sola, por ello recuerda que no debes permitirlo.
“Una vida libre de afanes y ansiedades permite un porvenir lleno de esperanza y fe.”
KARLA DE GAMARRO