El dolor que nos acompaña y que surge ante la pérdida de un ser amado esta unido inevitablemente a la existencia misma. El duelo es un proceso lleno de emociones muchas veces nuevas como el dolor profundo, pero puesta la confianza en Dios y el acompañamiento adecuado, puede ayudar a superarlo.
El duelo es una emoción fuerte que se genera por la pérdida de alguien o algo muy amado. El duelo sin lugar a dudas es parte de la vida y es respuesta al amor que se tiene. En el mundo caído en el que vivimos, las pérdidas son inevitables, así mismo el dolor. Por difícil que parezca el dolor no es una emoción que hay que evitar, sino que hay que admitirla e intentar afrontarla.
Generalmente, la muerte es la principal causa del duelo, aunque también como decía antes, podemos lamentarnos por cualquier tipo de pérdida. Eso podría incluir una meta no obtenida, la ruptura de una relación, una situación de salud, la muerte de una mascota o hasta mudarte de la casa o cambiar de escuela. Algunas veces el dolor es más íntimo y profundo cuando está relacionado con situaciones como la infertilidad, un aborto, la infidelidad de un cónyuge o hasta incluso nuestro propio pecado.
Muchas veces las cosas o situaciones por las que transitamos un duelo pueden ser difíciles de expresar ante los demás, es recomendable tomar en cuenta que en muchos casos el compartir nuestros duelos o pérdidas y acudir a alguien es una buena opción (Romanos 12:15).
Nuestra familia cristiana es fundamental en nuestras vidas, sin lugar a dudas son un instrumento clave por el cual Dios nos ministra (y también nos permite ministrar a otros). Claramente, lo primero que podemos hacer cuando transitamos por un duelo es ir directamente a Dios, tanto en oración como en el estudio de Su Palabra. Es claro que Dios usará un proceso de duelo para ayudarnos a conocerlo más, nos sentiremos amados y consolados por El, mientras el dolor nos lleva a apreciar más completamente el don de la vida y a comprender más profundamente los propósitos de Dios en nosotros. El dolor tiene esa capacidad, puede conectarnos con el corazón de Dios.
El Salmo 34:18 dice que “Cercano está el SEÑOR a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu”. Por supuesto que Dios comprende nuestro dolor y siempre está dispuesto a estar con nosotros y a consolarnos con las promesas de su Palabra y con Su “paz que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:6-7).
La Palabra nos relata que Pedro sintió dolor cuando Jesús le preguntó tres veces: “¿Me amas?” (Juan 21:17), y se entristeció al recordar cómo había traicionado a su mejor Amigo (Lucas 22:61-62). Pablo se lamentó por el pecado sin arrepentimiento en las iglesias que él amaba (2 Corintios 12:21). Jesús mismo fue un “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías 53:3). Nuestro amado Señor sufrió por la dureza del corazón de la gente al negarse a aceptarlo como Hijo de Dios (Marcos 3:5; Lucas 19:41). Cuando se acercaba Su crucifixión, Jesús estaba profundamente triste por la dura prueba que tenía que afrontar (Marcos 14:33-36).
La muerte o las pérdidas generan en nosotros siempre una temporada de dolor. Sin embargo, Pablo escribe que los cristianos no lamentan la muerte de un hermano creyente de la misma manera que lo hacen los inconversos. En Primera de Tesalonicenses 4:13-14 se dice: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”. Pablo trae a nuestra memoria que tenemos que pensar en la muerte de un cristiano como un “sueño”, porque es un estado temporal. Aunque nos dolemos profundamente que no vayamos a compartir más experiencias en esta tierra con nuestros seres amados fallecidos, también podemos esperar una eternidad con ellos.
Durante el proceso de duelo tristeza y esperanza pueden convivir. La esperanza que tenemos en Cristo nos ayudará a seguir adelante a través del dolor. La eternidad para nosotros los creyentes no tendrá “muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor” (Apocalipsis 21:4), contamos con la certeza que Dios mismo enjuga toda lágrima de nuestros ojos (Apocalipsis 7:17). Las pérdidas que sufrimos en este mundo son reales, tan reales que nos afectan de varias maneras, a pesar de nuestro dolor vivimos “en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió” (Tito 1:2). Nuestra experiencia actual dejará lugar a la infinita bondad de Dios y a nuestro gozo en Su presencia para siempre (ver Salmo 16:11; 21:6).
Sigamos hablando de duelo, próximamente qué fases se viven en un proceso de duelo…
Wendy pineda
Excelente Wendy muchas gracias 💝
Así es, excelente artículo.
Dios te bendiga Wendy.
Hermoso mensaje que llega a lo profundo del corazon con la certeza que viene del Corazon Misericordioso de Dios. El llama a nuestros seres amados y les concede el regalo mas bello de la existencia que es regresar a la Casa del Padre, se los lleva a gozar de Su Presencia y tambien nos da el Balsamo que alivia nuestro corazon.
Gracias Wendy amada, estas muy linda en la foto y como siempre de tu corazon siempre brota Sabiduria, paz y consuelo. Te quiero mucho. Abrazos y bendiciones❤
Muchas gracias Wendy
Muy bueno, gracias por compartir tan importante tema.
GraciaS yo estoy pasando por la perdida de mi hijo y ciento aves que ya no puedo mas con este dolor
Mi bebé sólo vivió 22 días y Él Señor se lo llevo a su presencia, no entendemos los planes de Dios, pero sabemos de su soberanía 🙏 que Él siga siendo bálsamo a nuestro corazón a todos los que tenemos un ser amado en el cielo