¿Sabías que el día de la madre a nivel mundial es una de las celebraciones más importantes del año? Se celebra la vida y la dedicación de la gran mayoría de mujeres que han dado a luz a uno o más hijos.


Es por ello, que quiero aprovechar este espacio y escribir de la mujer que me acompañó por 56 años de mi vida y que ahora está en el cielo; ella es mi mamá “La Marinita” como cariñosamente le decían las personas cercanas y que la apreciaban de corazón.


Cuando pienso en ella, siempre la recuerdo aproximadamente a la edad que tengo ahora; unos 50 años o un poco más. Fuerte, esforzada, enfocada y muy determinada a alcanzar lo que quería. Siempre pienso en ese rostro y porte, muy pocas veces en el rostro envejecido con el que partió con el Señor.


Tuve la oportunidad decenas de veces de escuchar su historia de niña, sus aventuras infantiles con su hermano Manuel. Recordaba con gran alegría constantemente las visitas a un pequeño local cerca de su casa donde veía a la dueña del mismo dedicarse horas y horas al arte de la costura, mujer que, al ver el interés de la jovencita de aprender el oficio, le dio las primeras clases y que, a raíz de esa experiencia, para mi mamá sería el inicio de una carrera que la convirtió en una modista de primera.


Siempre me compartía que, aunque era de condición humilde, le gustaba diseñar sus vestidos y que buscaba la oportunidad de estrenar uno todas las veces que podía.


El caso es que los años pasaron, Dios le dio el gran privilegio a mi mamá de tener en su vientre siete hijos, de los cuales dos están en el cielo, nunca lograron llegar al término de la gestación y el Señor se los llevó antes de que nacieran. Al final fuimos cinco hijos que seguimos vivos y no recuerdo escucharla haberse quejado nunca de ser mamá, aunque muchas veces la hicimos perder los estribos.


Nos amaba a todos y no dudo que cada embarazo fue un desafío para ella. Estoy segura que cada hijo fue una experiencia única y que fue muy valiente permanecer con todos en casa pues su condición emocional, económica y relacional nunca fueron las ideales.


Sé que los años que siguieron no fueron fáciles y en medio de cada circunstancia difícil, vio la mano de Dios y tuvo las fuerzas para enfrentar cada experiencia al ser mamá. Su vida tan difícil desde niña no le permitió contar con un hogar integrado y lamentablemente no logró tenerlo en ninguna etapa de su vida, pero fue una madre extraordinaria que peleó por nosotros; porque hubiese techo, comida, educación y que Dios fuese parte fundamental de nuestras vidas.


Anhelaba que nuestras vidas fuesen muy diferentes a lo que ella había vivido, ahora lo entiendo, y en mi caso como hija fui intencional para que el anhelo de su corazón fuese una realidad. Sé que había un plan que Dios había diseñado desde antes de la fundación del mundo y creo también que adicional al deseo de mi mamá decidí ver esa vida diferente y trabajar para alcanzarla. Debo ser sincera, mientras escribo estas líneas logro dimensionar su anhelo de vernos bien y la veo orando en su cuarto por nuestras vidas y matrimonios para que cuando llegásemos a una edad adulta disfrutásemos de una vida plena en Dios y de la compañía de una pareja.


Sé que todo lo hizo mi Padre celestial, pero entiendo que hubo una madre de rodillas orando porque así fuese. “Misión cumplida Marinita, Dios lo hizo y trabajamos fuertemente con Oscar para que sucediera.

Hoy a ocho meses de la partida de mi mamá, la sigo recordando y conforme pasan los meses y avanzo en edad, ya no hay crítica de lo que no hizo bien, viene a mi mente, su deseo de ver bien a sus hijos y que pudiesen experimentar una vida diferente a la que ella había vivido y en mi caso para la Gloria de Dios, se logró. Honro su recuerdo y agradezco cada empujón de su parte que me ayudó a estar donde hoy me encuentro, gracias, Señor por tanto.

HASTA EL CIELO FELIZ DÍA DE LA MADRE, SIEMPRE EN MI MENTE Y EN MI CORAZÓN.

Ligia de Dávila