Como madres desarrollamos un sentido de protección, intuición y amor extraordinario por nuestros hijos. A lo largo de los años aportamos a sus vidas en la medida que nos lo permiten y damos de acuerdo con las herramientas emocionales y personales que poseemos. Cada una desde el contexto en el que fue criada, algunas tratando de no repetir patrones dañinos, otra repitiendo patrones constructivos y otras sin conciencia de estar repitiendo patrones.

No siempre todo lo que hacemos sale bien, aunque lo hagamos con la mejor intención, depende de muchos factores, la receptividad de nuestros hijos, las circunstancias en el entorno familiar, en fin, todos tenemos una historia y construimos otras.

Cuando la relación madre e hijos se torna complicada ambas partes sufren, aunque lo que vemos es enojo o rebeldía, la realidad es que hay dolor un dolor que debe ser procesado, verbalizado y aceptar que existe, que no hay culpables sin embargo si hay responsabilidad en distinta medida. Y los padres antes que cualquiera debemos estar consientes de la necesidad que existe de sanar la relación y promover que se inicien procesos de sanidad.

Todas queremos ambientes familiares sanos, armoniosos y en los que la tristeza o el dolor no entre, sin embargo la realidad es qué hay alguien empeñado en que los hogares no sean dichosos y es necesario estar consientes de ello.

Estoy convencida de que la única arma realmente efectiva para destruir al dolor, es el amor.

Cada realidad es distinta y probablemente unas historias más complejas que otras, no obstante quiero aconsejarte hermosa mamá que desde tu posición digna de madre, una madre que pone límites de respeto en la relación con sus hijos y una madre que está dispuesta a pelear por el corazón de sus hijos, seas valiente y le apuestes a colocar pequeños vendajes de amor en las heridas del corazón de tus hijos. No importa si la herida la causó su papá, un maestro, abuelo, tío o tu misma, los vendajes de amor tienen la capacidad de restaurar un corazón herido y volverlo sensible para que en lugar de responder al amor con indiferencia se vaya suavizando y cambiando la dureza por sensibilidad.

No puedo decirte que será fácil, o rápido el proceso. Quizá te tome mucho tiempo, pero te aseguro que valdrá la pena.

Debemos creer con fe en que el amor todo lo puede. Creer que el proceso tiene propósito y que Dios tiene nuestro hogar bajo su cobertura. Peleemos con pasión la batalla por la relación armoniosa con nuestros hijos, no desmayemos, cuidemos nuestro corazón y seamos firmes al hacer todo lo posible, ya que lo imposible lo hará Dios.

Tus vendajes pueden ser tantos, como inmensos son los sueños que tienes para tus hijos, eres creativa y esto puede permitirte empezar a descubrir los sueños de ellos, sus gustos y sus anhelos. Cada pequeño detalle de amor, palabra o tu presencia pueden ser la mejor cura.

¡Adelante! Te deseo lo mejor en esta aventura.

Con amor

Claudia Regina